¿Qué nos puede enseñar la impermanencia
acerca de lo valioso de la vida?
Cuando nos damos cuenta de que la naturaleza de las cosas es que nada es eterno, que todo cambia, nuestra apreciación, nuestra gratitud y nuestra capacidad de valorar lo que tenemos cuando lo tenemos aquí, en este momento, aumenta exponencialmente.
Como ninguna otra cosa, la impermanencia puede enseñarnos cómo atesorar cada aspecto de la vida y cómo vivir plenamente. No esperemos. La vida es tan frágil como un castillo de arena. Todo tal y cual lo estamos viviendo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Ante la impermanencia, solo puede existir el amor, desechando la ira, el resentimiento e incluso la preocupación.
El siguiente pasaje, que adapté de ¿Quién muere?: Una investigación de la vida consciente y la muerte consciente por Stephen y Ondrea Levin, nos habla sobre la sabiduría intrínseca en la naturaleza impermanente de todas las cosas.
Una vez, alguien le preguntó a un conocido maestro de meditación tailandés: “En este mundo donde todo cambia, donde nada permanece igual, donde la pérdida y el dolor son inherentes a nuestra existencia, ¿cómo puede haber felicidad? ¿Cómo podemos encontrar seguridad cuando vemos que no podemos contar con que nada sea como queremos que sea?
El maestro, mirando compasivamente a este compañero, levantó un vaso y dijo: “¿Ves esta copa? Para mí esta copa ya está rota. La disfruto. Bebo de ella. Mantiene mi agua admirablemente, a veces incluso refleja el sol en hermosos diseños. Si la toco, tiene un sonido encantador. Pero cuando pongo esta copa en un estante y el viento la golpea, o mi codo la empuja de la mesa y cae al suelo y se rompe, yo digo: “Por supuesto.” Cuando entiendo que esta copa ya está rota, cada momento con ella es precioso. Cada momento es tal como es, y nada tiene que ser de otra manera “.
¿Qué nos revela esta historia?
Cuando reconocemos que, al igual que la copa, nuestro cuerpo es impermanente, que de hecho estamos en constante flujo, entonces la vida se vuelve preciosa y nos abrimos a ella tal como es. Cuando entendemos que nuestro tiempo en la tierra es corto, nuestros hijos, nuestra pareja, nuestros amigos, todos se vuelven tan valiosos.
Pema Chodron, la querida monja budista, nos dice dado que la muerte es segura y el momento de la muerte es incierto, ¿qué es lo más importante aquí y ahora? Cuando vives tu vida consciente de este hecho, la vida adquiere un nuevo significado. Cada momento se convierte en una vida entera, un universo en sí mismo.
Cuando traemos conciencia a nuestra mortalidad, nuestras prioridades cambian, nuestro corazón se abre y nuestra mente comienza a despejarse de la niebla de las viejas posesiones y apariencias. Observamos toda la vida en tránsito, y lo que importa se hace evidente de inmediato: la transmisión del amor; el soltar obstáculos para comprender, el renunciar a nuestro aferramiento, a nuestra inflexibilidad, y al escondernos de nosotros mismos.
Al ver cómo nos juzgamos sin piedad, nos volvemos más gentiles con nosotros mismos y con los demás. Si tomamos cada enseñanza, cada pérdida, cada ganancia, cada miedo, cada alegría que surge y la experimentamos plenamente, la vida se vuelve viable. Ya no somos víctimas y, en cambio, cada experiencia se convierte en otra oportunidad para aprender y apreciar.
Si nuestra única práctica espiritual fuera recordar cuán efímeras son nuestras vidas en esta tierra, en relación con todo lo que conocemos, con todo lo que hacemos, como si fueran nuestros últimos momentos en el mundo, no habría tiempo para falsedades, para máscaras, para apariencias. Si recordamos el poco tiempo que tenemos el uno con el otro, perdonaríamos más rápido y amaríamos más.
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