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El Arte de la Aceptación

A veces, la única opción que tenemos es rendirnos, dejar de luchar contra lo inevitable, y aceptar nuestra falta de control. La forma en que habitamos nuestra vulnerabilidad determinará la calidad de nuestra experiencia.

El Viernes 31 de agosto de 2016, me desperté a las 4:00 am con mi celular sonando en mi mesita de noche. Noticias preocupantes de Argentina. Mi madre acababa de tener un derrame cerebral, había sido llevada al hospital y estaba en la unidad de cuidados intensivos. Mi corazón latía tan fuerte al imaginar a mi madre sola, en el cuidado de mis queridos amigos, pero sin familiares cercanos.

Inmediatamente reservé un boleto a Buenos Aires y empecé a hacer las maletas. Mi madre estaba empeorando. Ella estaba en coma ahora, y probablemente nunca volvería a retomar su conocimiento. Era imperativo que llegara a su lado tan pronto como fuera posible.

Sentí desmayarme cuando, casi lista para ir al aeropuerto, abrí mi pasaporte, y me di cuenta de que se había vencido ese mismo día. Podría ser real? Todas las oficinas del gobierno ya habían cerrado por el fin de semana y yo no sería capaz de renovarlo hasta el lunes. No podía creer lo que estaba pasando. Me sentía impotente. Me senté preguntándome si era una horrible pesadilla de la que pronto me despertaría. Pero la presencia de mi esposo y su cálido abrazo me hicieron saber que no estaba soñando, y que tenía que enfrentar este desafío de la mejor manera que pudiera.

Al principio me resistí a lo que estaba sucediendo. Exploré todos los lugares posibles para ronovar mi pasaporte de inmediato, pero no encontré ninguno. Reservé otro vuelo para el lunes. Mi nivel de estrés había escalado de tal forma que sentía la tensión no sólo en mi cuerpo, sino también en mi alma. Necesitaba hacer una pausa, y encontrar mi centro de nuevo.

Gran parte de nuestro sufrimiento proviene de la resistencia que ejercemos hacia lo que estamos experimentando, y nuestra lucha contra lo que ya está pasando. Esa resistencia crea ansiedad y frustración, y nos encontramos en una batalla constante que estamos obligados a perder. Es obvio que no podemos resistir lo que ya es; sin embargo, no nos damos por vencidos.  Pero, si nos detenemos por un momento, y damos nuestra atención a los pensamientos que los  que nos hemos estado enfocando, pronto nos daremos cuenta de que son nuestros procesos de pensamiento y no las circunstancias que generan nuestra ansiedad. Nuestros pensamientos pintan nuestra percepción de la realidad, y no podemos negar que como seres humanos tendemos a dramatizar situaciones difíciles.

Cómo podía soltar los pensamientos que me estresaban? Recordé que la aceptación es la primera puerta hacia nuestra liberación del estrés, y nuestro camino a la calma. Cuando aceptamos que lo que está pasando no puede ser cambiado, y cuando reconocemos que nuestra insistencia en controlar una situación es inútil, la tensión que experimentamos se disipa. En su Aceptación Radical, Tara Brach menciona una cita que aprendió de un maestro en un retiro: el límite de lo que podemos aceptar es el límite de nuestra libertad.

Cuando aceptamos las cosas como son, cuando dejamos que se desarrollen, que pasen que se desplieguen, encontramos la paz. Nuestro estado natural es lel de sentirse feliz y contento. Estar des-contento surge cuando nos resistimos a lo que está pasando. Luchar contra lo que inevitablemente ES, lleva al sufrimiento. Nuestro estado natural de  paz y tranquilidad se vuelve enmascarado por la insatisfacción y el descontento.

Cuando dejamos de lado nuestras expectativas en cuanto a cómo debe ser nuestra experiencia y aceptamos la experiencia tal como es, podemos acceder a un sentido de armonía interior. Aceptar nuestra experiencia no significa aceptarla. Podríamos estar de acuerdo, o estar molestos o incluso indignados por lo que está pasando, pero cuando lo aceptamos, nos rendimos ante el hecho de que no hay nada que podamos hacer en el momento para revertir la situación, que aunque no podemos cambiar las circunstancias, podemos tener control de cómo respondemos a ella. Sólo entonces podemos tomar medidas claras sobre qué hacer a continuación.

El acto de aceptación trae una energía vibracional serena y constante que desemboca en lo que haces, e incluso afecta a la gente a tu alrededor. Podemos contactarnos con la paz aumentando nuestra conciencia sobre el papel que nuestra percepción juega en la forma en que experimentamos nuestras circunstancias. Sí, ese sentido de la calma que todos deseamos después puede ser accedido cuando nos rendimos a lo que es. Es sólo entonces que estamos dispuestos a responder sabiamente tomando las medidas necesarias hacia un resultado que no perturbe nuestro equilibrio interno.

Entonces, me detuve. Tomé una pausa, dejé que mi conciencia cayera en mi cuerpo y me di cuenta de la tensión en los hombros, el nudo en el estómago, la opresión en la garganta y las manos. Me permití sentir las fuertes emociones que estaba guardando en mi pecho, y las abracé, dejando que se expresen en forma de lágrimas.

Como parte de mi práctica de plena conciencia, he estado practicando la aceptación durante mucho tiempo, así que cuando esta extrema situación llegó, aunque fue muy difícil, pude finalmente absorverla en un nuevo estado de conciencia porque ya había fortalecido mi “Músculo de Aceptación”

Mi mamá murió ese lunes por la mañana, antes de que yo llegara a Argentina. Tenía el corazón roto de no haber podido tener el honor de sostener su mano, de haberla acompañado en su transición, y abrazarla y besarla en nuestra despedida.

Mi madre fue una mujer muy fuerte y valiente, a quien le resultó difícil vivr su existencia con aceptación. Sin saberlo, me enseñó muchas lecciones que pude entender perfectamente en mi adultez. Por encima de todo, mi madre me enseñó que resistirse a lo que es, inevitablemente lleva a un sufrimiento indescriptible.

Aprender a rendirse a la aceptación es un proceso gradual, uno que no puede ser precipitado. Se desarrolla con la práctica. Cuán listos estamos para aceptar la imprevisibilidad de la vida determinará nuestro nivel de bienestar, y nuestra capacidad de encontrar alegría y satisfacción incluso en las cosas más pequeñas que hacemos.

Monica Jordan 
 

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